jueves, 27 de octubre de 2016

Durabilidad paramétrica de la madera al exterior en España: últimas investigaciones

Interesante conferencia del Dr. Fernández Golfín sobre durabilidad de la madera al exterior, del que destacamos algunas conclusiones interesantes:
1. En la madera termotratada al exterior en la mitad sur de la Península se producen fendas y grietas, por donde entra el agua líquida aunque teóricamente no se pudra debido al tratamiento que ha recibido.
2. Lo que más diferencia la madera al exterior no es la H.R. sino el agua líquida. El contacto con agua líquida puede producirse tanto en exterior -lluvia- como en interior -condensación-. 
3. Los modelos europeos para riesgo de pudrición en Europa no valen para España. Aquí el riesgo es más elevado.
4. El fendado de la madera cambia totalmente el comportamiento de la madera. Frente al agua líquida todas las maderas se homogeinizan a peor, a excepción del castaño, razón por la cual es tan usado en la zona norte de España.
5. El riesgo de fendado aumenta con las dimensiones de las piezas de madera. 
6. El patrón de corte influye mucho en la resistencia de las piezas al exterior frente al agua de lluvia. La sección radial es, con mucho, la más resistente. 
 

Un poco de historia: de la desaparición de los gremios al nacimiento del sindicalismo. El caso de la madera

La muerte de los gremios
Necesariamente hemos de arrancar de una fecha decisiva: el 16 de diciembre de 1836, día en que tiene
lugar la definitiva disolución de los gremios en España.
Con la desaparición de los gremios es todo el orden de vida el que se viene abajo. Seis años antes se ha inventado la máquina de vapor y el telar mecánico. Hasta entonces el círculo de trabajo era un círculo estrecho, casi familiar, formado por maestros, oficiales y aprendices, donde las relaciones rebosaban entendimiento y humanidad. Se trabajaba despacio y con gusto, diríamos que recreativamente, a la sombra del taller, al pie de las catedrales, que se habían ido alzando también sin prisa. Se percibía la existencia del hombre en toda su entera y armónica dimensión.
Y de pronto irrumpe la máquina en el
escenario histórico: el taller se ensancha, hasta convertirse en fábrica; el hombre empieza a desdoblarse y a integrarse en la masa-ese concepto producto del maquinismo; la prisa empieza a devorarlo todo;
se dilata el horizonte de las ansiedades y las necesidades humanas, y acaba apareciendo con su desflecado perfil el llamado problema social, bajo cuyo signo aún discurre la era presente.
Dos épocas chocan sobre esa gran vertiente del tiempo: la que se resiste a morir y la que se debate en dolores por nacer y abrirse paso triunfalmente.

El alba del sindicalismo
La caída del viejo orden, reposado, sereno, traspasado de vocación y de buen gusto por el quehacer, significa nada menos que un cataclismo, aunque sus protagonistas no acierten a comprenderlo así; es una era
explosiva y revolucionaria la que comienza, y para el sometimiento de la misma, el mundo, en principio, carece de fórmula y canon.
La transformación del viejo taller en fábrica, operada por el advenimiento del maquinismo, deslinda brutalmente el campo del trabajo en dos bandos: de un lado, surgen los fabricantes, los empresarios, los
capitalistas, ganados por la sed de amasar millones; de otro, los trabajadores, los proletarios, que se organizan en busca de la fuerza necesaria para oponerse al poder del dinero, sin que el Estado, encastillado en su torre de la inactividad, alcance a sobreponerse a esos dos bloques en pugna para imponer entre ellos orden y respeto, en interés de la producción y de la sociedad misma, que empieza a resquebrajarse.
Y las masas trabajadoras, en el tobogán de los acontecimientos, se lanzan a la batalla en una doble dirección, por un doble objetivo: no sólo luchan frente al Estado por el reconocimiento de su existencia, de su misma razón de ser, sino también, un poco ingenuamente, contra el maquinismo que acabará triunfando sobre ellas, hasta hacer del trabajador un número y una pieza del vasto engranaje de la producción.
-Tales son-horror al maquinismo y asalto contra el Estado- los dos primeros episodios que en forma de escaramuzas anuncian la gran batalla de nuestro tiempo.
Estamos aún en lo que podríamos llamar prehistoria del sindicalismo, el cual irrumpe violentamente por esos dos boquetes y camina de un modo implacable, sin hacer apenas preguntas, a la caza del futuro.

Moisés Puente
Madera y Corcho. Boletín Informativo del Sindicato Nacional de la Madera y Corcho nº 83 (diciembre de 1953)

Un poco de historia: El teatro fue el gran impulsor de la industria de la madera en nuestro Siglo de Oro


El comienzo de esta industria queda reflejada en las siguientes actividades: leñadores, carpinteros, carreros y silleros.
En aquel Madrid de próximos y extensos bosques la leña debió de ser una de sus principales riquezas. Sacar leña fuera del término municipal, si no era con licencia especial del Concejo, constituía un delito, que se castigaba con la multa correspondiente y el embargo de la carga. En acta del 30 de septiembre de 1464 el castigo se consignaba en pérd:da de la carreta y multa de 600 maravedises La importancia de los carpinteros, carreteros y silleros no era muy grande, ya que entre todos éstos sumaban tan sólo diez talleres.
La mayor parte de los oficios de la madera comienzan a tener importancia a finales del siglo XVIII, debido, más que a su esmerada elaboración, al aumento del censo industrial.
Además, a consecuencia de considerar los oficios manuales como denigrantes por quienes se tenían por caballeros, han de ser los artesanos extranjeros venidos a la Corte los que en su mayor parte contribuyen a la regeneración de estas industrias. 
En esta época no debían de ser muy felices las realizaciones del mueble en Madrid, debido a ello se hacía notar la competencia, tanto del resto del país como del extanjero, concretamente la ciudad alemana de Nuremberg, célebre entonces por sus armarios, fue una de las que hizo mayores envíos a la Corte española, hasta que, para evitar la competencia, se llegó no sólo a la prohibición de entrada de los mismos en nuestra patria, sino que se decretó su expulsión. Lo que no sabemos es si los ciudadanos que ya tenían algún armario germano en su casa se verían obligados a devolverlos, aunque creemos que no llegaría la cosa a tanto.
En 1621, año de la subida al trono del rey Felipe IV, se inicia la época de mayor grandeza de nuestra poesía dramática, creando una grandísima afición en toda España, concretamente en Madrid, haciendo necesario, para poder representar las obras del Siglo de Oro, la construcción de 'tablados y escenarios, entrando de este modo la industria de la madera 'en un período de gran esplendor.
De esto se deduce que Lope y Calderón fueron, sin proponérselo, los grandes impulsores de esta industria por aquel entonces.
El lujo de que se hace gala durante el siglo XVIII está en consonancia con el gran desarroilo industrial de la ebanistería.
Destacan en este período numerosos mueblistas de la Corte, especializados, por el gusto de la época, en la marquetería y dorado a fuego. Entre los doradores fueron célebres Cristóbal Guío, que trabajó en el Buen Retiro, y Simón Mateo Sánchez, al servicio de la Real Casa.
En las ordenanzas gremiales existía una disposición por la cual los carpinteros no estaban autorizados a trabajar en determinadas maderas. Esto se abolió por real orden de Carlos IV, de 19 de junio de 1799, con motivo de una denuncia hecha por el gremio de ebanistas contra un carpintero, al que acusaban de haber comprado un carro de madera de haya y tejo, cuyo uso le estaba prohibido; mas la Junta de Comercio estimó que convendría, en bien de la libertad de la industria, dar fin a estas restricciones por lo que el Rey resolvió que en 'lo sucesivo, ambos gremios usasen sin distinción la clase de maderas; finas u ordinarias, que les conviniera.
Mediado el siglo XIX existían en Madrid las siguientes industrias afectas a la madera: 16 fábricas de construcciones de coches, 12 de cintas y listonería, 15 ebanistas, 24 constructores de carros, 34 silleros de paja, 98 carpinteros, 28 torneros y cinco toneleros y cuberos.
En 1940, los industriales. sociedades anónimas y empresas individua!es eran 1567. En la actualidad (1954) son 3.481. De ellos, 817 son carpinteros a mano, 604 talleres de carpintería mecánica, y 439 serrerías. Las que faltan se reparten en grupos más pequeños, entre los cuales figura un hormero a mano.

Fuente: Madera y Corcho. Boletín informativo del Sindicato Nacional de la Madera y Corcho, 1954

Un poco de historia: El teatro fue el gran impulsor de la industria de la madera en nuestro Siglo de Oro


El comienzo de esta industria queda reflejada en las siguientes actividades: leñadores, carpinteros, carreros y silleros.
En aquel Madrid de próximos y extensos bosques la leña debió de ser una de sus principales riquezas. Sacar leña fuera del término municipal, si no era con licencia especial del Concejo, constituía un delito, que se castigaba con la multa correspondiente y el embargo de la carga. En acta del 30 de septiembre de 1464 el castigo se consignaba en pérd:da de la carreta y multa de 600 maravedises La importancia de los carpinteros, carreteros y silleros no era muy grande, ya que entre todos éstos sumaban tan sólo diez talleres.
La mayor parte de los oficios de la madera comienzan a tener importancia a finales del siglo XVIII, debido, más que a su esmerada elaboración, al aumento del censo industrial.
Además, a consecuencia de considerar los oficios manuales como denigrantes por quienes se tenían por caballeros, han de ser los artesanos extranjeros venidos a la Corte los que en su mayor parte contribuyen a la regeneración de estas industrias. 
En esta época no debían de ser muy felices las realizaciones del mueble en Madrid, debido a ello se hacía notar la competencia, tanto del resto del país como del extanjero, concretamente la ciudad alemana de Nuremberg, célebre entonces por sus armarios, fue una de las que hizo mayores envíos a la Corte española, hasta que, para evitar la competencia, se llegó no sólo a la prohibición de entrada de los mismos en nuestra patria, sino que se decretó su expulsión. Lo que no sabemos es si los ciudadanos que ya tenían algún armario germano en su casa se verían obligados a devolverlos, aunque creemos que no llegaría la cosa a tanto.
En 1621, año de la subida al trono del rey Felipe IV, se inicia la época de mayor grandeza de nuestra poesía dramática, creando una grandísima afición en toda España, concretamente en Madrid, haciendo necesario, para poder representar las obras del Siglo de Oro, la construcción de 'tablados y escenarios, entrando de este modo la industria de la madera 'en un período de gran esplendor.
De esto se deduce que Lope y Calderón fueron, sin proponérselo, los grandes impulsores de esta industria por aquel entonces.
El lujo de que se hace gala durante el siglo XVIII está en consonancia con el gran desarroilo industrial de la ebanistería.
Destacan en este período numerosos mueblistas de la Corte, especializados, por el gusto de la época, en la marquetería y dorado a fuego. Entre los doradores fueron célebres Cristóbal Guío, que trabajó en el Buen Retiro, y Simón Mateo Sánchez, al servicio de la Real Casa.
En las ordenanzas gremiales existía una disposición por la cual los carpinteros no estaban autorizados a trabajar en determinadas maderas. Esto se abolió por real orden de Carlos IV, de 19 de junio de 1799, con motivo de una denuncia hecha por el gremio de ebanistas contra un carpintero, al que acusaban de haber comprado un carro de madera de haya y tejo, cuyo uso le estaba prohibido; mas la Junta de Comercio estimó que convendría, en bien de la libertad de la industria, dar fin a estas restricciones por lo que el Rey resolvió que en 'lo sucesivo, ambos gremios usasen sin distinción la clase de maderas; finas u ordinarias, que les conviniera.
Mediado el siglo XIX existían en Madrid las siguientes industrias afectas a la madera: 16 fábricas de construcciones de coches, 12 de cintas y listonería, 15 ebanistas, 24 constructores de carros, 34 silleros de paja, 98 carpinteros, 28 torneros y cinco toneleros y cuberos.
En 1940, los industriales. sociedades anónimas y empresas individua!es eran 1567. En la actualidad (1954) son 3.481. De ellos, 817 son carpinteros a mano, 604 talleres de carpintería mecánica, y 439 serrerías. Las que faltan se reparten en grupos más pequeños, entre los cuales figura un hormero a mano.

Fuente: Madera y Corcho. Boletín informativo del Sindicato Nacional de la Madera y Corcho, nº 69, 1952

miércoles, 26 de octubre de 2016

Un poco de historia:La industria de la madera en Madrid bajo la Casa de Austria y de los Borbones del siglo XVIII. Los gremios de la madera


Este importante ramo industrial, tan variado en sus distintas manifestaciones productoras -desde la más rudimentaria obra tosca y vulgar hasta el refinamiento y admirable arte del mueble de estilo, de la ebanistería de lujo-, apenas tiene importancia, comparativamente con tiempos posteriores, en el Madrid de los siglos XVI y XVII.
La mayor parte de los oficios de la madera comienzan a tener algún valor en la Corte de los Austrias, en las postrimerías del siglo XVII, y no precisamente por una elaboración esmerada, pues es período, en esto como en todo, de franca decadencia, sino por haberse experimentado un aumento en su censo industrial y ser, sobre todo, la época en que, como consecuencia del estúpido prejuicio de considerar a los oficios en general como denigrantes a cuantos se tildaban de caballeros, llegan a establecerse a la Corte artesanos extranjeros, que contribuyen grandemente a la regeneración de estas industrias.
Por Larruga, en sus famosas Memorias, conocemos algunos detalles sobre la organización gremial de Madrid en este período. En 1588 se aprobaron las Ordenanzas de los gremios de entalladores y  ensambladotes, a los que posteriormente se unió el de ebanistas, formando un solo cuerpo, adicionándose sus Ordenanzas, que fueron aprobadas en 1675.
Nada dice Larruga acerca de que por qué los ebanistas forman gremio sin los entalladores, siendo así que el gremio de la ebanistería sería o debería ser el más importante de la madera, más aún teniendo en cuenta que otros oficios mucho menos interesantes forman gremio separado. Podría ser una razón el que la ebanistería, como ocurrió en Valencia, fuese una manifestación industrial que empezaría a conocerse y desarrollarse después de los trabajos de entalladores y ensambladores; pero es más probable que se unieran a éstos otros oficios, por ser pocos en un principio los artesanos dedicados a la ebanistería, y esto les obligaba a convivir unidos a otros gremios.
Algo de esto prueba el hecho de que-según Larruga-e1 gremio de carpinteros (que se constituyó en 1668), para evitar pleitos con el de ebanistas (que ya existía en esta fecha), se unió con los que llamaban banquiadristas, y lograron tener sus Ordenanzas en este mismo año.
Induce todo esto a pensar que los gremios de la madera en Madrid parecen tener alguna importancia en la segunda mitad del siglo XVII, como elocuentemente lo atestigua esa constante lucha. A fines de aquel siglo, el gremio de puerta-ventaneros sostiene un largo pleito con los carpinteros, dando motivo a que el Consejo, por una ejecutoria despachada en 15 de diciembre de 1694, declarase lo que a cada uno de dichos gremios correspondía. trabajar. En 1647 se subdividieron en Madrid algunos gremios en otros muchos para que, trabajando cada uno en sus respectivas labores, se les repartiese la correspondiente alcabala, llamada de. vecindad, para cumplir d precio del encabezamiento en que Madrid tomaba aquel derecho Y le cedía a beneficio de todos sus gremios en común.
En la relación de gremios de Madrid, de 1636, figuraban los siguientes de la Madera:
carpinteros, entalladores, silleros y doradores.
El gremio de torneros existía hacía tiempo, pero por sus disputas con los ensambladores no consiguieron ver aprobadas sus Ordenanzas hasta el 9 de septiembre de 1664. En 23 de diciembre de 1666 el Consejo aprobó las de los maestros de coches, que fueron modificadas en 31 de mayo de 1692. Este oficio, de gran interés debido al afán que por el uso del coche se desarrolló en el siglo XVII (al punto de hacer precisas determinadas medidas restrictivas, considerándolo como artículo de lujo, sobre todo en los años de Felipe III y Felipe IV, que dictaron numerosas pragmáticas), no llega a su perfección, no obstante, hasta el siglo
siguiente.
Los silleros, según Larruga, figuraron unidos a los carpinteros hasta 1664, en cuya fecha formaron gremio aparte, siendo aprobadas sus Ordenanzas. Fabricaban, además de sillas de paja, fuelles, rastrillos, jaulas, ratoneras y algunas obras de cedacería.
El mueble, en general, sufrió en esta época en Madrid la competencia de otras producciones no sólo del país, sino del extranjero.
Del pueblo toledano de Vargas o Bargas se traían los famosos bargueños, de los que, no obstante, se llegaron a hacer en Madrid imitaciones perfectas. En 1603 debía ser tanta la competencia de otros países, que Felipe III publicó un edicto prohibiendo la entrada de muebles extranjeros. Uno de los centros de producción que más envíos hizo a la Corte española fué Nuremberg, la ciudad germánica, célebre entonces por sus armarios, llegándose no sólo a la prohibición de entrada de los mismos, sino que se ordenó su expulsión.
De estos tiempos cabe recordar los famosos mueblistas madrileños especialmente los citados por Riaño sacados de documentos que se conservan en la Academia de Bellas Artes de San Fernando; Marcos Garda, mueblista escultor del Rey, floreció en los años 1637 a 1642. Tomás Murga, que fué un famoso maestra escultor de muebles del Príncipe Real (después de Felipe IV) sobre el año 1614, Alano Perezano figura como agregado a la Casa Real en 1623. Pedro Rodríguez, que prometió a Felipe III construir contadores y bufetes más baratos que los traídos de Aleman:a. Francisco Radis fué un famoso maestro escultor de armarios de marfil y de ébano por el año 1617, y Lucas Velasco, maestro pintor y decorador de armarios, cuyo taller gozaba de fama en 1633. También tuvieron prestigio en el siglo anterior Antonio de Madrigal y Gaspar de Alvareda, examinadores del gremio, en 1597, Y Bernardo Gaitán, Pedro Sánchez y Diego de Tapia, maestros doradores, en 1599.
Los muebles más frecuentes y más codiciados a la sazón: eran las mesas, asientos, butacas, cuadrangulares, jamugas y asientos renacentistas del llamado estilo español, los que no sólo se usaban en el país, sino que se exportaban a toda Europa. Se distinguían por sus adornos de telas bordadas, sus cueros con figuras de realce y el cuerpo dorado, los famosos "guardameciles", imítando los legítimos procedentes de la ciudad árabe de Gadames, que al repujarse en España se llegó a la creación de ]os "cordobanes", que durante siglos dieron a nuestra industria merecido renombre. Los armarios y bargueños que se hacían en Madrid imitando a los de otros talleres más famosos de provincias se construían con incrustaciones de marfil y concha, bronce y plata, usándose maderas finas, como el ciprés, ébano, palo santo, sándalo, etc.
Gozaron de prestigio en esta época las camas con brocados de oro, especialidad de los obreros españoles, destacando como adorno típico de estos muebles el encaje de oro llamado "punto de España".
El gremio de carpinteros desfilaba en las procesiones de Jueves Santo, al mediodía, conduciendo el paso de Nuestra Señora de la Huída a Egipto.
En el Bando de 1591 se prohibía a los carpinteros, silleros, ensambladores, entlaadores y carreteros, lo mismo que a los herreros y rejeros~ que sacasen a la calle sus oficiales materiales, herramientas, bancos de sus oficios y otras cosas que las ocupasen, no pudiendo salir de las tiendas bajo multa; lo que demuestra cuan abundantes debían ser las industrias de este ramo en el Madrid de entonces. También se localizaba la industria de torneros, doradores y carpinteros que tenían tiendas en los soportales de la Plaza Mayor, calles
Mayor, Toledo y Atocha.
En el Pregón de 1613 se prohibía que anduviesen sin trabajo; o sea en huelga, a los carpinteros, lo que se había ordenado también a otros oficios.
De las industrias de este ramo en el Madrid de los siglos XVI y XVII de que se poseen más datos, es quizá las de los entaladores, doradores y ensambladores por un curioso y documentado estudio de Entrambasaguas.
Cita este prestigioso erudito nombres y datos biográficos de 51 industriales de esos oficios, de los cuales, 24 fueron entalladores, 22 doradores y los cinco restantes ensambladores. Cuarenta de ellos trabajaron durante el siglo XVII y los 11 restantes en el XVI.
Entre los más importantes industriales de estos gremios figuran, durante el siglo XVI, Juan de Borgoña, dorador, que murió antes de 1586. Juan de Brizue1a, entallador, fallecido en ese mismo año. Juan de Espinosa, dorador, que muere en 1526, y tenía su industria en la calle Mayor. Juan de Esquivel, que trabajaba por el año 1587.
José Gaitán de Aristay, dorador, que poseía casa propia en los soportales de los doradores en la calle Mayor, y era ya famoso en 1586. En la misma calle, en 1585, vivía el entallador Justo de León y otro más del oficio llamado Luis López, que murió en 1596. Juan de Pemanes, entallador, fallecido en 1594, y otros.
Del siglo XVII se poseen datos de Juan Alonso, que vivía en la calle de Hortaleza y falleció en 1615, Lorenzo de Echevarría, de la calle del Príncipe. Esteban Fernández, de la calle de las Negras. Francisco González, también de la calle de Hortaleza, Juan Mateo, con casa propia en la calle de las Infantas. Rodrigo de Matienzo, de la calle Mayor. Pedro de Muntufar, de la carrera de San Jerónimo. Miguel de Valcázar, de la calle del Carmen, y otros.
Entre los doradores, se citan por Entrambasaguas a Gaspar de Alvarado, en la carrera de San Jerónimo. Pedro Calvo, domiciliado en la calle Mayor. Bartolomé de Carrión, de la Cava de San Miguel. Pedro Casado y Juan de Madrid, domiciliados ambos en la Puerta del Sol, y otros, entre los que descuellan Juan de Chaves, que fue dorador de Felipe III y gozó de gran posición económica.
Los cinco ensambladores que cita Entrambasaguas en su trabajo son los siguientes: Francisco Aralaz, que en 1614 vivía en la Carrera de San Jerónimo. José García, que tenía su establecimiento en 1616 en la calle de Carretas. Alonso López de la Torre, con taller en la calle del Soldado y fallecido en 1627. Justo Romero, muerto en 1614, que vivió frente a San Luis.
La afición al arte decorativo en todos los lugares de España -y muy particularmente en la Corte- motivó el desarrollo en el ramo de la madera de una industria que llegó a alcanzar bastante auge: la construccion de tablados y carros aplicados a la escenografía. Refiriéndose a este asunto dice Vossler, en el capítulo de su obra sobre Lope, que titula La Escena Española : "Las grandes ciudades instalaron talleres para la  construcción de los tablados y carros destinados a servir de escena a los autos (sacramentales)". A partir de 1621, año que sube al trono Felipe IV, iniciándose el periodo de mayor grandeza de la poesía dramática castellana, comienza a desenvolverse en Madrid la verdadera escenografía artística, a base de perspectivas y bastidores. Con tal motivo, la industria de la madera, relacionada con el arte escénico, entra en su período de mayor esplendor.
En la segunda mitad del siglo XVII la construción de tablados y escenarios debió alcanzar todavía más desarrollo. En un documento del Municipio de 14 de junio de 1659, con ocasión de las fiestas del Carpos en Madrid, se da cuenta de lo gastado para la representación de varios autos sacramentales que Calderón escribió expresamente para tal festejo, invirtiéndose doce mil reales para la construcción de carros, o sea una cuarta parte exacta de los gastos totales, que se elevaron a cuarenta y ocho mil reales de vello.
Los carpinteros, según un auto de 1648, eran los únicos autorizados para montar los tablados en la plaza en las fiestas de toros.
Larruga en sus Memor:as, dice que en su época (reinado de Carlos III), principalmente, eran muchas las personas que en Madrid se dedicaban a trabajar madera, distribuyéndose en diez gremios (o sea seis más que los que figuraban en la Relación de Gremios de 1636, reinando Felipe IV), sin contar otros muchos maestros del ramo que no constituían comunidad, como fueron los Cajeros, Cedaceros y otros.
Los diez gremios que a la sazón existían en Madrid (y que funcionaban todavía al final del siglo XVIII) eran los de Entalladores, ensambladores y ebanistas; Carpinteros, puertaventaneros; Torneros; Maestros de coches; Carreteros; Silleros; Cesteros; Guitarreros y Peineros. Algunos gremios, cuales los de entalladores y guitarreros, existían desde el siglo XVI (Ordenanzas de 1588 y 1568, respectivamente).
Otros como los silleros (Ordenanzas de 1644), los torneros (Ordenanzas de 1566 confirmadas en 1664), Maestros de coches (Ordenanzas de 1566, sancionadas en 31 el mayo de 1692), carpinteros (Ordenanzas C!I 1668) Y ebanistas (en 1675, al unirse con los ensambladores y entalladores), se legalizaron corporativamente durante el siglo XVIII y fechas citadas. No aparecen en la relación de gremios de Madrid de 1636, referida, por constituirse después de este año, En el siglo XVIII se crean los gremios de carreteros (al separarse del de maestros de coches), siendo aprobadas sus Ordenanzas por Felipe V en 1761; el de cesteros, cuyas Ordenanzas, asimismo, fueron aprobadas por el primer Barbón español en 1722, y los
peineros, cuyas Ordenanzas aprobó Carlos III en 1762.
En la misma decimoctava centuria se dieron nuevas Ordenanzas a los Gremios de la Madera, que ya las poseían de siglos anteriores. Los entalladores, ensambladores y ebanistas, en 1748, agregaron quince capítulos a los que tenían vigentes en 1675, al fusionarse los últimos con aquéllos. Los maestros de coches vieron aprobadas sus Ordenanzas por Real Céduda de Carias III, el: 30 de abril de 1772; los silleros obtuvieron nueva Reglamentación del oficio en el año 1705, El único gremio que no sufrió modificación alguna en el siglo XVIII fué el de guitarreros, cuyas primeras Ordenanzas, en 1578, fueron adicionadas en 1695.
Es interesante reproducir algunas otras noticias que al correr de la pluma recoge Larruga sobre estos gremios. Se llega a la conclusión de que en el año 1668 los carpinteros, para evitar pleitos con los ebanistas, se unieron a los que llamaban cuadristas, logrando poseer Ordenanzas en ese mismo año. A su vez los puertaventaneros tuvieron numerosos pleitos con el gremio de carpinteros, lo que fue motivo a que el Consejo, por una ejecutoria despachada en 7 de diciembre de 1694, declarase lo que él cada uno de estos gremios correspondía trabajar; pero, al parecer, no hubo acuerdo; pues a pesar de que los puertaventaneros presentaron sus Ordenanzas, se opusieron a ellas los carpinteros, y después de muchos años de litigio en los tiempos de Larruga, ignoraba éste que tuviesen aprobadas sus Ordenanzas los puertaventaneros.
Los torneros sostuvieron disputas con los ensambladores, lo que fué motívo de que sus Ordenanzas no se confirmasen hasta el año 1664; es decir, un año después de estar presentadas a su aprobación. La industria de confección de coches y carrozas, hasta el año 1760; adelantó poco, no obstante que formaban gremios desde 1666, por el poco progreso del oficio en cuanto eil gusto y arte que exigía el siglo XVIII, famoso. por su elegancia y fausto. En este año 1760 se estableció en Madrid el francés Carlos Roche Darribigny, que se trasladó a nuestra villa desde París; construyendo coches a la moda perfectamente pintados, dorados y charolados, provistos de ricos bronces. El gremio se opuso a su permanencia, y después de algunos años, en 1772, por Real Cédula de 30 de abril se mandó que los maestros de coches fueran extranjeros o del Reino, aprobados en sus respectivas capitales, que quisieran establecerse en Madrid o en otras localidades del país, para acrecer su industria serían incorporados en el correspondiente gremio, presentando su título o carta de examen original y contribuyendo con las cargas correspondientes.
Los cesteros, industria que en opinión de Larruga debería ser libre,estaba reglamentada y se prevenía en dichas Ordenanzas que nadie podía ser examinado para Maestro sin llevar tres años de aprendizaje. 
Los guitarreros estaban unidos a los fabricantes de violines. Al final del siglo XVIII eran pocos los talleres, a pesar del mucho consumo que se hacía en Madrid de tales instrumentos, y esto obedecía, según Larruga, a que no se fabricaban bien. Esta industria alcanza su fama, en lo que a los guitarrerosse refiere, en el siglo siguiente, principalmente en la primera mitad del siglo XIX.
Los cajeros, que no formaron gremio nunca, poseían en Madrid, en el siglo XVIII. varios talleres de cajas de madera diferentes cuya fabricación hizo bastantes progresos, habiéndose establecido en tiempos de CarlosIIII una escuela en Madrid de aprendizaje para perfección del oficio.
Destacan en este período, entre los numerosos mueblistas de la Corte, especializados por el gusto reinante en la marquetería y dorado a fuego Juan de Arellano, Emilio Arias, ensamblador de la Casa de la Reina en 1725: José Rodríguez y Francisco Beltrán, veedores estos dos últimos, respectivamente, de los gremios de ebanistas y entalladores y ensambladores, reunidos en 1751. En los años de Carlos IV existían como industrias complementarias la pintura en cristal del tipo francés, llamada "eglomisé", así como los estucos y esmaltes, en los que probaron su habilidad los industriales madrileños. Entre doradores a fuego fueron célebres Gabriel Pérez, Cristóbal Guia -que trabajó en el Buen Retiro- y Simón Mateo Sánchez, al servicio de la Real Casa.
Otra manifestación de la industria del mueble de lujo en Madrid en este período es la elaboración de las. sillas de mano, delicada y suntuosa fabricación, en la que despuntó Fernando Rodríguez, durante el reinado de Carlos IV.
A finales del siglo, el poder real tiende con sus disposiciones a lograr que se suavice el rigor de las Ordenanzas gremiales del ramo de la madera en Madrid. Así, por Real Orden de Carlos IV, de 19 de junio de 1799, se establece que con motivo de una denuncia hecha por el gremio de ebanistas contra un carpintero de la villa por haber comprado un carro con madera de haya y tejo, cuyo uso les estaba prohibido, y estimando la Junta de Comercio que convendría, en bien de la libertad de la industria, abolir estas restricciones, el Rey resolvió .que en lo sucesivo usasen ambos gremios, sin distinción, de las maderas finas u ordinarias que les conviniesen para sus obras.

Fuente: Boletín Informativo del Sindicato Nacional de la Madera y el Corcho nº 69, 1952